En tiempos en que todo parece medirse en costo y beneficio, vale la pena detenerse y preguntarse: ¿qué gano yo al aportar el 1% de mis ingresos a la Iglesia?
La respuesta es simple, pero profunda: ganas pertenencia, sentido y misión.
Al hacerte oferente, te haces parte activa de una comunidad que anuncia a Cristo, acompaña al que sufre, educa en la fe y celebra la vida.
Con tu 1%, no solo ayudas a encender la luz de una capilla, pagar el sueldo de los trabajadores, también enciendes tu propia vocación bautismal de ser luz del mundo.
Colaborar en la campaña del 1% es pasar de espectador a protagonista en la historia de tu parroquia. El 1% es una escuela de generosidad que transforma tu corazón y tu forma de mirar la vida parroquial. Dar desde lo que tengo, aunque sea poco, me enseña que lo mío también puede cambiar realidades.
Este 1, 7 y 8 de junio hazte oferente. Renueva tu aporte. Invita a otros. Porque en la Iglesia, cada uno cuenta. Y tu 1% también.