Este domingo 10 de agosto también celebramos con gratitud y ternura el Día del niño, una fecha que nos recuerda que los pequeños son un verdadero regalo de Dios. Su risa espontánea, su capacidad de asombro, su inocencia y su manera tan simple de amar, son una escuela viva para los adultos.
En medio del ajetreo del mundo, ellos enseñan a detenerse, a mirar, a confiar y a gozar de las pequeñas cosas.
Jesús mismo puso a los niños como ejemplo para saber cómo acercarnos al Reino de Dios: “Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos” (Mt 18,3). Por eso, al celebrar este día, no sólo los saludamos y abrazamos, sino que también les agradecemos lo mucho que nos enseñan sin decir una palabra.
Hoy, más que regalos o actividades, regálale tu tiempo, tu escucha y tu amor verdadero. Mira a los niños con el mismo amor con que Dios los mira. Acojelos, cuidalos, aprende de ellos y tráelos a Misa para una bendición especial.