Samuel Mujica, Javier González y José Zenteno son nuestros tres diáconos. Hombres de fe y de servicio que renovarán su importante misión el domingo 10 de agosto, fiesta de San Lorenzo.
El santo mártir del siglo III mostró que el servicio a Dios no es algo abstracto, sino profundamente concreto: acoger, compartir, consolar y estar cerca del que no tiene nada. Así también lo hacen hoy los diáconos, no solo en la parroquia sino también en su casa, en su trabajo.
Ellos nos recuerdan que el servicio cristiano no siempre implica martirio de sangre, pero sí pide una entrega diaria. Una entrega sencilla, a veces invisible, pero fecunda. Como dice Aparecida, están llamados a dar testimonio de Cristo servidor “en los amplios campos de la evangelización”, desde la mesa familiar hasta el acompañamiento de los más excluidos.
San Lorenzo mártir
Nacido en Hispania y formado en Roma, Lorenzo fue archidiácono y ayudó directamente al Papa San Sixto II. Cuando la persecución del emperador Valeriano se desató, se quedó para servir, consolar y proteger a los más vulnerables.
Tras el martirio del Papa, a Lorenzo se le ofreció salvar su vida a cambio de entregar los bienes de la Iglesia. "Aquí están los tesoros de Cristo", dijo refiriéndose a los más pobres de la sociedad.
Por ello fue torturado hasta morir en una parrilla de hierro. Pero incluso ahí, no perdió la paz ni el coraje.
Este 10 de agosto, saludemos con especial cariño a nuestros diáconos José, Javier y Samuel, que sirven en el altar, catequizan, llevan la Eucaristía a los enfermos y acompañan con escucha y oración.
Que San Lorenzo les inspire cada día en su vocación de servir y amar, incluso en lo pequeño.