Con nuestros ramos en alto y a viva voz hemos proclamado “¡Hosanna eh!“ (Sálvanos) este Domingo de Ramos como una forma de recordar que tenemos un solo Señor y Rey.
“Es fuerte ver al Señor reconocido y aclamado. ¿Lo hacemos nosotros? ¿Lo tenemos en nuestra vida como el Señor de la vida? ¿Lo reconocemos desde su humildad en medio de nosotros? Porque Él no se impone, no fuerza nada, y sin embargo, ahí está”, expresó nuestro párroco, el padre Carlos.
De esa manera, nos invitó a “reconocerlo, amarlo, servirlo y nunca traicionarlo”. “Nunca caigamos en esa trampa de pensar que ya estamos listos, que no hay más que avanzar. Siempre se puede más”, agregó.
En ese sentido, el padre Carlos nos invitó a “contemplar lo que el Señor vivió por mí me interpele en buena, y me ayude a tener la valentía para salir de donde estoy, para cuidar lo que tengo y, si puedo y quiero, para ayudar a otros que todavía están donde están, y que necesitan salir de ahí de una vez por todas”.
Para lograrlo, el Señor nos enseñó la herramienta “del darse por completo. Hasta la última gota. Hasta el extremo. Incluso desde la cruz: ‘Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen’”, recordó.
“Esa es la intercesión que tenemos que atrevernos a hacer cuando nos encontramos cerca de alguien que está descarriado: interceder por él, ayudarlo, estar ahí. Y él se va a dar cuenta de que estoy a su lado”, interpeló.
“Atrevámonos en serio a ser instrumentos de Dios con quienes nos rodean, trabajando primero en lo propio” de la manos de Santa María, “señora de esta casa que hoy nos congrega. Pidámosle que nos mantenga firmes y fieles en el caminar al encuentro con su Hijo amado”, alentó nuestro párroco
Conoce cómo fue el transitar por Jerusalén este Domingo de Ramos, en la Misa de ese día: