Sebastián Olivos, era miembro de nuestra comunidad, asistía con regularidad a Misa desde los 17 años, hasta que el Señor lo llamó y le dijo que tenía otros planes para su vida.
Tiene 34 años y fue ordenado sacerdote el 7 de diciembre del 2019, se formó en el sur de Mendoza, Argentina, donde vive actualmente y este fin de semana celebrará dos misas junto a nosotros.
Los invitamos a conocer un poco de su testimonio.
¿Podrías compartir con nuestra comunidad un poco de tu historia para tomar la decisión de ser sacerdote?
Cuando le conté a mi familia que quería ser sacerdote, mi madre me confesó que el día de mi nacimiento me había entregado a Dios, aunque yo no lo supiera, el Señor le tomó la palabra.
La primera vez que consideré el sacerdocio fue al terminar el colegio. Rendí la PSU, postulé a la Facultad de Derecho de la PUC, y al final continúe la carrera. La segunda vez que me picó el bicho, hablé con un cura de mi colegio y me aconsejó ir a Misión País. Al terminar mi carrera postulé al seminario de San Rafael en Mendoza, donde el hermano de un amigo era cura allá y su madre me contactó con él. Partí para allá, me gustó y me quedé.
¿Cuál ha sido el mayor desafío que tuviste que enfrentar?
Al principio fue vivir fuera de Chile, lejos de mi familia y amigos. Después, entre bromas y no tantas, limar las típicas rivalidades entre chilenos y argentinos: Qué los límites fronterizos, qué san Martín nos liberó, y sobre todo el conflicto del 78 y la Guerra de las Malvinas. Pero ganó la amistad cristiana y la copa América me dio una mano. La segunda final la vi entre argentinos. Un regalo impagable.
Pero sin duda el permanente gran desafío, fue cultivar sinceramente mi vocación, aceptar las correcciones de mis formadores y confiar en el juicio de la Iglesia confirmando mi vocación sacerdotal.
¿Qué opinión tienes de este momento donde la Iglesia se encuentra en crisis y carece de sacerdotes?
En todas las épocas Dios nos ha concedido vivir la lucha entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. Hoy la Iglesia en Oriente sufre el martirio cruento y Occidente una especie de martirio incruento.
Muchos hemos podido contemplar el ataque a las familias, a la vida con la legalización del aborto y a la persona humana por medio de la ideología de género, hasta llegar a un lenguaje inclusivo que violenta el mismo idioma.
En este contexto, la Iglesia se encuentra en una encrucijada, dado que se está tratando de reducir la Verdad revelada por Dios, a una mera opinión personal, y más aún, culpando a la Iglesia por todos los males que hoy presenta nuestra sociedad.
En nombre de la tolerancia se nos arrincona, se nos exije que vivamos nuestra fe a puertas cerradas, silenciandonos, logrando que nos avergoncemos de lo que somos, porque actualmente la belleza de la verdad cristiana ya no encanta a nadie, pareciendo que la barca de Pedro se hunde en medio de la tormenta.
Tristemente cada día son menos las vocaciones sacerdotales y también es más duro para nosotros, los sacerdotes, animarnos a proclamar desde lo alto la novedad del Evangelio con la desconfianza que muchos fieles nos tienen por la crisis moral que atraviesa el clero.
Sin embargo, a pesar de todo, sabemos el final: ¡Cristo ha vencido al mundo! Él sigue siendo luz de las naciones y la única respuesta eficaz contra el mal que nos toca padecer. Creo sinceramente que estas pruebas que Dios nos pone son propicias para acrisolar nuestra fe, para decirle con más fuerza “quédate con nosotros que anochece”.
Vas a celebrar misas en nuestra parroquia ¿Cómo es que se da esto?
Santa María de las Condes ha sido mi parroquia desde los 17 años, incluso el hecho de ver al Padre Samuel, un sacerdote joven, me inclinó al final del colegio a plantearme la vocación.
Ya en mi etapa de formación, cada vez que venía de vacaciones a Chile asistía a Misa a la parroquia, presté mi servicio como monaguillo, después como diácono y finalmente, ya ordenado sacerdote, hice mi primera misa junto al Padre Nicolás, a quien agradezco su amistad y apertura en cada visita que hago.
También agradezco a los diáconos y sacristanes de la parroquia, quienes siempre me han recibido cariñosamente. Estoy muy contento porque Dios me está permitiendo devolver tantos favores a los fieles de la Parroquia Santa María de Las Condes, celebrando la misa con ellos.
¿Te gustaría compartir algún mensaje con nuestra comunidad en estos tiempos que vivimos como país?
Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de entrar a la tierra prometida, Dios le dijo a Moisés que si Israel era fiel a sus mandamientos la paz reinaría para siempre. Creo que, esta crisis que atraviesa Chile es un extraño consuelo al experimentar cuán ciertas eran estas palabras. La sociedad chilena se ha empeñado en olvidar a Dios. Se ha volcado más en perseguir la añadidura y se ha olvidado de lo primero: “Buscar el Reino de Dios y su justicia”.
Considero esta crisis, tiempos propicios para reavivar nuestra fe, fijar los ojos en el Cielo y clamar a Dios por nuestro pueblo, dar testimonio abierto de nuestra fe católica, y tal como Israel en el exilio, renovar nuestra Alianza con Dios fundada en el misterio redentor de Cristo Nuestro Señor.
No podemos consolarnos al contemplar que una sociedad sin Dios se va a la deriva, Él que por Su misterio misericordioso nos pone para que “en nosotros y por nosotros”, vuelva a iluminar y reinar la Verdad del Evangelio en nuestra sociedad, por el bien de nuestra patria y la salvación de nuestra gente.
Este es nuestro desafío, pero también es nuestra alegría: Dar la vida por la tarea de volver a centrarnos en Dios.